Esculpidos por la fuerza del agua, el viento y hasta por glaciares, los cañadones del noroeste santacruceño resisten al paso del tiempo, en un proceso geológico que se cuenta en millones de años. Estos monumentales colosos son refugio para una biodiversidad única y celosos custodios de los vestigios de sus primeros pobladores.
“La cantidad de cañadones que hay en este rincón de la provincia, es innumerable. Algunos ya más reconocidos como el Cañadón del Río Pinturas, Cañadón Caracoles, Almendra, Charcamata, y otros que invitan a ser descubiertos: Búho, Bolsillo, Ecker, Correntoso, Jeinimeni, Los Antiguos. Cada uno de ellos se identifica dentro de un gran sistema de cañadones con un valor geológico, ambiental y cultural único”, describe Mauro Pratti, emprendedor de Perito Moreno y apasionado del paisaje patagónico.
Hace millones de años, esta área experimentó una intensa —y a gran escala— actividad tectónica. “Los cañadones en esta región se formaron debido a la interacción de la actividad tectónica, la erosión hídrica y eólica, así como la acción glaciar a lo largo de millones de años”, explica.
“En primer lugar, la singularidad geológica que posee cada uno de ellos, es una atracción por sí sola. Los cañadones revelan capas de rocas, magmáticas, basálticas y sedimentarias, donde en algunas de ellas, sobre todo en las sedimentarias, podemos encontrar fósiles animales y vegetales que datan de hace millones de años, proporcionando un registro arqueológico y paleontológico de incalculable valor”, explica Mauro. “Además, la belleza de sus paredes rocosas, con una paleta de colores naturales, es simplemente impresionante, brindando oportunidades inigualables para la fotografía y la contemplación”.
“En segundo lugar, estos cañadones constituyen testigos vivos de la rica historia cultural de nuestra región, donde hay testimonios explícitos, grabados de pinturas rupestres prehistóricas que ilustran la vida y las creencias de los antiguos habitantes y que hasta hoy siguen siendo un gran misterio. Este patrimonio cultural añade otra dimensión, que a su vez es tan única como la experiencia paisajística”.
Es así, que en la Cuenca del Río Pinturas se localizan varios sitios arqueológicos sobre ambas márgenes, que son la evidencia de una ocupación integral del área por parte de los cazadores-recolectores a lo largo de 9000 años, entre ellos Cueva de las Manos.
En cuanto a su importancia turística y belleza natural, Mauro destaca la singularidad geológica de cada cañadón, ya que dentro de todo este sistema de cañadones se despliega un escenario natural que ofrece oportunidades extraordinarias para la observación de la fauna y la flora.
El Cañadón Pinturas posee una amplia red de senderos autoguiados de más de 50 kilómetros, que permiten disfrutar al máximo de la versión más salvaje y prístina de la Patagonia. Cada sendero ofrece puntos de vista distintos, tanto desde los balcones como desde el fondo del cañadón. Este año, una nueva área de acampe permitirá a los más aventureros vivir la experiencia de pasar la noche adentro del cañadón, en la orilla del río y bajo el cielo lleno de estrellas.
Las Huayquerías o también denominadas “badlands”, se encuentran en varios lugares de Parque Patagonia Argentina, y son un fascinante ejemplo de las diversas formaciones geológicas que hay en la región. “El sendero denominado Tierra de Colores, debido a sus formas y tonos caprichosos, es sin dudas una intrépida explosión de colores en un entorno estepario, casi monocromático. Estas singulares características topográficas se forjan a lo largo de miles de milenios y a través de un proceso geológico sumamente interesante e intrigante”.
El Cañadón Caracoles, con sus imponentes paredones que llegan a coronar los 170 m de altura, siempre sorprende a los que usan el camino vehicular que cruza este cañadón para llegar a Cueva de las Manos: un lecho de río seco blanco de sal muestra un paisaje que parece de otro planeta. Otro lugar donde se puede descubrir el Cañadón Caracoles es en su confluencia con el Cañadón del Río Pinturas. El mirador del sendero autoguiado “La Guanaca” de Parque Patagonia ofrece una vista imperdible para apreciar toda la inmensidad de ambos y su punto de encuentro desde arriba. Por otro lado, el sendero autoguiado “Confluencia” lleva los visitantes a descubrir la confluencia desde abajo, caminando en medio de los inmensos paredones que bordean el camino y avistando los cóndores sobrevolando su territorio.
El Cañadón Charcamata es otra experiencia única y recomendable: una excursión de día entero para conectar con la naturaleza, el trekking y la historia de nuestra tierra, recordándonos siempre la necesidad de preservarla para las generaciones futuras. Acompañado por un guía local, se recorre a pie el fondo del cañadón rico en belleza escénica, y a medida que van apareciendo pinturas rupestres. El objetivo es llegar a un gigantesco alero, en el que hace 5000 años cazadores recolectores dejaron plasmadas pinturas que permanecen en excelente estado.
La observación de la fauna y flora en estos cañadones es una experiencia que despierta los sentidos y alimenta el espíritu aventurero. “Los amantes de la naturaleza pueden maravillarse con la presencia de especies únicas como el cóndor andino, el guanaco, el puma, el chinchillón anaranjado, tucúqueres, garzas moras, halcones y águilas entre otros. Las paredes de los cañadones ocultan pinturas ancestrales, mientras que las laderas albergan una diversidad de plantas autóctonas, incluyendo el tomillo silvestre, verbenas, mata negra, senecios, calafates y una gran cantidad de líquenes y musgos que contribuyen a la diversidad local”.
Para recorrer los cañadones, preservar el entorno y disfrutar y respetar de esta magnífica naturaleza, nada mejor que el asesoramiento de un conocedor guía local como Mauro, que con entusiasmo y orgullo hace de la vista un recorrido inolvidable.
Los cañadones de noroeste de Santa Cruz son un destino que ofrece una experiencia única, donde la geología, la historia y la naturaleza se entrelazan para cautivar a quienes se aventuran a explorarlos.
FUENTE: Agencia Ambiental