La Fundación Conociendo Nuestra Casa realiza una tarea de formación y acompañamiento de los jóvenes en Puerto Deseado, enfocándose en el conocimiento de la naturaleza y en el refuerzo de los valores identitarios.
El objetivo de la Fundación Conociendo Nuestra Casa está enfocado en promover acciones para que los niños y jóvenes desarrollen un fuerte sentimiento de pertenencia por su lugar, a la vez que, mediante la práctica del voluntariado, desarrollan en quienes participan valores y principios vinculados al conocimiento del entorno social y natural. Su sede física se encuentra en la localidad santacruceña de Puerto Deseado, pero su verdadero centro de acción no es un pueblo o provincia en particular, sino la vida en nuestro planeta.
Eduardo Carnota, actual director de la Fundación, cuenta de qué se trata este proyecto que ya lleva 40 años trabajando con la comunidad: “Es un proyecto educativo ambiental y deportivo, ya que utilizamos la naútica para vivenciar lo que vamos enseñando en lo teórico, Ofrecemos clases sobre nuestra historia y geografía y sobre la fauna y flora, aquello que nos gusta nombrar como “los adornos de nuestra casa más grande, que es el mundo entero.”
Quien comenzó hace cuatro décadas este camino —el ya fallecido Marcos Oliva Day— llevaba como lema la importancia del conocer para querer. “Cuando vos querés algo, lo podés defender. Por eso, qué mejor que los chicos vivencien y conozcan su lugar. Nosotros vamos por pasos, como si fuera una cebolla; desde la Fundación, vamos a las escuelas, luego al barrio, la ría, después Santa Cruz y toda la Patagonia. Una vez que los chicos conocen, se hacen defensores naturales de todo lo que los rodea”.
La propuesta de que los más jóvenes de la localidad tengan la posibilidad de realizar actividades gratuitas y recreativas —las que, además, apuntan a la posibilidad de generar oficios y recursos económicos en el futuro— surgió de la necesidad de contención que surge en muchos chicos, sobre todo en las temporadas invernales: “Si no están bien contenidos desde la casa, sucede que el clima y lo inhóspito del lugar los bajonea un poco. Nosotros lo que hacemos es brindar una actividad que puede ser tanto naútica o de otro tipo, ya que a muchos chicos no les gusta el agua o les da miedo al principio”, explica Carnota.
Mediante la gestión de proyectos, Eduardo ha conseguido los recursos para armar un vivero modelo, que se encuentra en un terreno propio anexo a la sede de la fundación. “Tenemos una huerta orgánica y un proyecto de forestación, lo que implica riego por goteo y mucha conciencia de los problemas que acá tenemos con el agua. Se trata de prepararlos para la vida y para eso se necesita no solo estudiar, sino también ser prácticos”.
“Nuestros jóvenes empiezan a los 9 o 10 años, hasta los 16. Con ellos realizamos un programa muy ambicioso, que es el de formación de nuevos ‘monitores’, como llamamos a quienes forman parte del proyecto. Ellos aprenden la teoría y también la práctica, a través del uso de kayaks y la vela. Vienen dos veces por semana y una vez que están preparados me acompañan a las escuelas de la localidad y, con un cuadernillo que ellos mismo elaboran con todos los puntos del programa Conociendo Nuestra Casa, damos durante tres meses un estímulo semanal en el que transmitimos conocimientos sobre historia, geografía, flora y fauna y los invitamos a venir a aprender kayak en nuestra sede. Desde septiembre hasta febrero más de 600 chicos tienen acceso a este deporte que por lo general es muy caro y nosotros lo damos en forma gratuita”.
Carnota define al proyecto como un espacio de educación no formal, ya que “si bien nosotros tenemos horarios y estructuras de trabajo para poder acomodar a tantos chicos que vienen, lo que hacemos realmente es manejarnos con mucha libertad para que ellos elijan entre una serie de actividades. Además, participamos en distintos proyectos con la sociedad de Deseado en, por ejemplo, campañas de limpieza organizadas por nosotros o apoyando propuestas de distintos organismos, como el Centro de Investigación de la UNPA. Así, los chicos van tomando interés en la naturaleza”.
El trabajo de la fundación se convierte, entonces, en un proyecto muy ligado con la identidad local y, de hecho, surgió de esa manera, cuando hace cuatro décadas, muchas familias llegaban a trabajar a Santa Cruz y traían un fuerte desarraigo y desconocimiento total del entorno local. “En esa época, los chicos les tiraban piedras a las gaviotas y pingüinos. Gracias al conocimiento y a lo que los chicos vivencian, eso ha ido cambiando”.
Hace diez años, desde que la Fundación cuenta con sede propia, se reforzó la tarea de contención que realizan con los niños y adolescentes: “Pasamos muchas horas con las puertas abiertas y aquí los chicos desarrollan y aprenden principalmente valores, con una fuerte orientación ambiental, pero sin descuidar los conocimientos teóricos de historia, geografía y flora y fauna”.
El programa que lleva adelante la Fundación se traslada hacia otras localidades, ya que suelen emprender viajes de divulgación: “Generalmente, viajo con alrededor de 20 chicos y llevamos nuestras embarcaciones, nuestros elementos de seguridad y brindamos clases en distintos lugares. En tres o cuatro les mostramos a los chicos locales cómo trabajamos en Puerto Deseado y, si es época escolar, también acudimos a las escuelas”.
“A Aysén (Chile) acudimos porque estaban con un alto índice de suicidios debidos a las inclemencias del clima siempre gris. Hoy, han creado una escuelita municipal y les está yendo muy bien. A Cochrane, también en Chile, fuimos hace 25 años y hoy no superan en la parte técnica, son extraordinarios kayakistas y los chicos se ganan la vida con eso. También hemos ido a Río Gallos, Los Antiguos, y tenemos réplicas hasta en Irlanda del Norte, donde copian nuestro sistema de voluntariado”, narra Eduardo.
Además, en la actualidad, se encuentra armando un proyecto para que los adolescentes que no se van del pueblo para estudiar -o que lo hacen a distancia-, puedan contar con un ingreso, alquilan kayaks a los turistas. “Incluso hay un cocinero de la zona que les enseña platos típicos patagónicos, para que puedan preparar un menú local”. También realizan talleres de reparaciones de kayaks para tener una salida laboral durante la temporada baja.
De lunes a sábado y desde las 15 hasta que el frío lo permite, los chicos acuden a la Fundación, en la que también reciben una merienda todos los días. En la actualidad, son entre 40 y 50 los chicos “monitores”, los que acuden diariamente, pero los conocimientos y los valores de la Fundación Conociendo Nuestra Casa, tampoco se limita a ese grupo: “Esos son los jóvenes a los que llegamos en forma directa, pero indirectamente tenemos presencia con los 400 chicos de las escuelas primarias cuando visitamos los cuartos grados y luego unos 600 que acuden a nuestras clases de kayak. Si a eso le sumamos los viajes de divulgación, son más de mil. Además, todos los años cuando termina el invierno comienzan a llamar de Esquel, El Chaltén, Calafate y Río Gallegos para que les armemos programas que tengan que ver con la naturaleza para sus viajes de egreso”, detalla Carnota. Con las ganas y la voluntad de que las nuevas generaciones conozcan y cuiden su lugar, el trabajo de Carnota y su equipo se expande por “la casa grande”, trascendiendo los números y las fronteras.
FUENTE: Agencia Ambiental