El guanaco es una especie exclusiva de Sudamérica y es considerado el herbívoro más importante de la región. Acompañó la vida de los primeros pobladores, como puede observarse en las antiguas pinturas rupestres. Se mueven de forma temporal, con las migraciones estacionales, buscando mejores temperaturas y disponibilidad de alimento, y formando un espectáculo único que se puede observar en la Patagonia.
La estepa patagónica, es uno de los lugares donde pueden encontrarse grandes poblaciones de esta especie pero estos simpáticos habitantes del sur, no siempre estuvieron concentrados solo ahí. Originalmente su distribución iba desde Ecuador hasta la Patagonia. Aún queda alguna población residual en Paraguay, y en Argentina podemos encontrar algunos ejemplares en el Parque Nacional Quebrada del Condorito, en Córdoba, en provincia de Buenos Aires y pequeñas poblaciones en La Pampa.
Hoy en día, los misterios de las rutas ancestrales utilizadas por estos camélidos durante miles años están siendo revelados gracias al uso de novedosa tecnología y a equipos de profesionales de diferentes organizaciones, comprometidos con el trabajo de campo.
Andrés Rey, biólogo y miembro del equipo del “Programa Patagonia” de Aves Argentinas señala que los guanacos lo que hacen “es ir moviéndose de forma temporal con las migraciones estacionales buscando cuestiones de mejores temperaturas, pero sobre todo la disponibilidad de alimento.”
Las poblaciones de guanacos del noroeste de Santa Cruz, por ejemplo, utilizan las zonas altas de la meseta santacruceña durante el verano, pero se desplazan hacia zonas más bajas al este de la meseta en el invierno.
VIDEO MANADAS DE GUANACOS MIGRANDO – Franco Bucci para Fundación Rewilding Argentina
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“Las variaciones en las condiciones de un determinado lugar van a tener incidencia en ese traslado, ellos van viendo eso y si pueden y les es conveniente lo hacen. Los guanacos son migradores facultativos: pueden migrar en caso de necesitarlo o pueden no hacerlo. Tal vez un año migran y otro año no”, expresa Rey.
El biólogo afirma que “los guanacos son una especie social, viven en grupos que pueden variar a lo largo del año. Por ejemplo en la temporada reproductiva (de noviembre a enero). En general la inmensa mayoría de los grupos está formada por un macho y varias hembras y sus chulengos (las crías) de alrededor de 20 individuos. En cambio en época no reproductiva, en la invernada, esos grupos pueden llegar a fusionarse y se arman grupos mucho más grandes y variables que pueden llegar a 200 o 300 individuos.”
El resto del año, estos grupos tienen características distintas a los reproductivos y su función principal es la antidepredatoria. Se relaja la competencia por territorios y hembras, y todos se benefician con la vigilancia comunitaria. Pasan la mayor parte del día comiendo y estar en grupo les permite cuidarse entre ellos.
Según Rey la “pérdida y fragmentación del hábitat” influye mucho en la distribución de los guanacos y en sus movimientos. “Si lo vemos con ojos de guanaco, habrá hábitats con distinta calidad seguramente relacionadas con el alimento, con las amenazas que tiene, por ejemplo un lugar donde se lo caza o no, y su tamaño y continuidad. Si el hábitat está fraccionado, baja su calidad”, afirma el científico.
La infraestructura más relacionada con esta fragmentación son los alambrados. Es cierto que los guanacos los saltan, pero de acuerdo a un estudio de campo, quedan enganchados y se mueren anualmente un 1% de los adultos y, por lo menos, un 5% por ciento de las crías.
El guanaco es una especie que no está valorada en cuanto a los productos que se pueden obtener: “La fibra del guanaco es más valiosa que la lana de la oveja”, define el biólogo. La fibra de guanaco es hasta 8 veces más valiosa que la lana de oveja.
“Es importante canalizar las ideas. Es imprescindible entendernos parte de este ecosistema global, porque no lo estamos mirando de afuera, no somos ajenos y dependemos de él y si lo perjudicamos, nos complicamos nosotros mismos”, expresa Rey.